Dieta mediterránea. Un aspecto del envejecimiento que pocos conocen
es que la composición de los microbios que viven en nuestro digestivo al
alcanzar la tercera edad cambia. De demostrarlo se encargó en 2011 el genetista
irlandés Paul O’Toole dentro del proyecto ELDERMET, basado en el análisis del
microbioma digestivo de 161 ancianos. Estudiando las bacterias de la flora
gastrointestinal, O’Toole y sus colegas descubrieron que las personas mayores
con una salud frágil tienden a tener menos diversidad de microbios que los que
se mantienen sanos como una pera a la misma edad. Y que existe una relación
directa entre lo que comemos, las bacterias que integran el microbioma, la
salud y cómo envejecemos. El inmunólogo Claudio Franceschi les da la razón y
sostiene que si entre los italianos de la isla de Sardina hay muchos más
centenarios que en otras partes de Europa es porque mantienen una estricta
dieta mediterránea en la que abundan, sobre todo, el aceite de oliva, los
frutos secos y las verduras y frutas frescas.
Estudia. Tal y como se desprende de una investigación publicada
hace poco en PNAS, cuando adquirimos habilidades y conocimientos nuevos se
produce en nuestra sesera el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF),
que fomenta el crecimiento de las conexiones (sinapsis) que permiten la
comunicación entre neuronas, manteniendo al cerebro en plena forma. Sobre todo
si aprendemos idiomas ya que, de acuerdo con un estudio realizado por la
Universidad de Lund (Suecia), así se promueve el crecimiento del hipocampo, un
área cerebral ligada a la memoria. No en vano, estudios previos demuestran que
la aparición del alzhéimer se retrasa en personas bilingües y multilingües.
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Visita a tu médico. Que los nipones vayan al médico 13,4 veces al
año y los británicos 5 podría explicar la mayor longevidad de los primeros,
según concluía un reciente análisis sanitario de la prestigiosa revista The
Lancet.
Persigue el éxito. A partir de datos de más de 15.000 atletas, un
estudio publicado en British Medical Journal concluía que los ganadores de
medallas olímpicas viven por término medio 2,8 años más que sus compañeros,
independientemente de si el metal que les cuelgan del cuello es oro, plata o
bronce. Otro trabajo dado a conocer en The Journal of Neuroscience indicaba que
los individuos más activos y audaces, que se sienten motivados a participar en
todo tipo de actividades físicas y sociales, entre ellas deportes de riesgo,
tienen una variante del gen del receptor de la dopamina –la hormona del placer-
que les suele hacer llegar a nonagenarios.
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