El origen del nombre del dólar
tenemos que buscarlo en una curiosa historia que comenzó en la región de
Bohemia, en la actual República Checa, cuando los mineros del valle de Joachimstahl
(yoajimstal) descubrieron un rico yacimiento de plata en 1516.
El gobernador de
la región, el conde Hieronymus Schlick, en vez de procesar el metal y venderlo,
decidió acuñar monedas a las que bautizó groschen, designación a la que los mercaderes
no tardaron en agregar el nombre del valle donde estaba la mina, con lo que
pasaron a llamarse joachimsthalergroschen. ¿Les parece un nombre demasiado
largo? Los usuarios de aquella época pensaron lo mismo, por lo que las monedas
acabaron haciéndose más conocidas como talergroschen y luego, simplemente, como
talers (tálegs).
En función de la compleja trama
de relaciones políticas y comerciales que se había tejido desde el apogeo del
Sacro Imperio Romano Germánico, el táler se difundió por Europa y le fue dando
su nombre a otras divisas de la época, como el tallero italiano, el daalder
holandés, el daler sueco y danés y, en Escocia e Inglaterra, el dollar.
Hasta
que Estados Unidos de Norteamérica creó su propia moneda, el táler más famoso
era el que la emperatriz María Theresa de Austria había acuñado en el siglo
XVIII. Después de que Napoleón abolió el Sacro Imperio, el Imperio
Austrohúngaro siguió imprimiendo el táler, hasta su caída en la Primera Guerra
Mundial. Y la nueva República Austríaca también siguió fabricando los tálers de
María Theresa, hasta que Hitler tomó el país en 1937. Pero por entonces, la
moneda que dominaba el mundo ya era el dólar estadounidense.
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